El famoso escritor de obras de gran éxito mundial Ken Follet (“Los pilares de la tierra”, entre otras), decía en una entrevista que, la gente que consigue todo lo que se propone, se deprime.
Tomando esto con un poco de sentido del humor, a mí particularmente, me gustaría conseguir todo lo que me propongo a cambio de un poquito, no mucho, de depresión.
También, siguiendo en la misma línea, me preguntaría, ¿qué hace entonces la gente que no consigue absolutamente nada de lo que se propone?, ¿quemarse a lo bonzo?, ¿subirse a la azotea y tirarse en paracaídas sin abrirlo?, ¿pegarse un tiro?
Posiblemente sea verdad eso que dicen que el dinero no da la felicidad, la verdad es que, yo como nunca lo he tenido, al menos en la cantidad suficiente, no puedo decir que esto sea cierto o que simplemente es un bulo de los tantos que circulan por el planeta Tierra.
Quizás aquellas personas que el único sentido que le dan a su vida es ganar dinero, cuanto más mejor, y amasar auténticas fortunas, probablemente no consigan con esto llegar nunca a ser felices, a pesar de que a nivel material, el dinero les haya permitido lograr todo lo que deseaban.
Puede que Ken Follet lo que quería decir, es que cuanto más éxito tienes en la vida, y todo te viene a pedir de boca, menos cosas te quedan por conseguir, menos motivación tienes para afrontar nuevos proyectos y quizás eso suponga en un momento dado una especie de frustración que lleve al triunfador a deprimirse.
Personalmente, creo que conseguir las metas que uno tiene en la vida no sólo no me deprimiría, sino más bien todo lo contrario, elevaría mi estado de ánimo a un grado de satisfacción importante y me haría sentirme bien, contento y pletórico, pero eso sí, una vez conseguido el objetivo, pequeño o grande, no me quedaría ahí, buscaría nuevos retos, por que los triunfos en cualquier terreno que uno se desenvuelva, son algo efímero. Es como la comida, por mucho que hayas metido en el estómago, una vez que pase un determinado número de horas, vuelves a tener apetito, necesitas nuevo alimento, de lo contrario, ¿te imaginas que después de darte un estupendo banquete con los mejores manjares no volvieras a tener hambre nunca más? pero eso sí, casi con toda seguridad comerás cosas diferentes a las que habías ingerido unas horas atrás, ya que sería muy aburrido y poco estimulante estar todos los días comiendo siempre lo mismo.
El éxito y la comida tienen pues, su punto en común. Si triunfas de forma reiterada, tienes que buscar nuevos objetivos que te estimulen y te mantengan ilusionado. Por el mismo motivo, sigues manteniendo tus ganas de comer que te permiten continuar disfrutando de un buen entrecot a la plancha, degustar un sabrosa merluza del cantábrico o relamerte con una deliciosa tarta de chocolate.
Los logros en la vida, son pues, como los platos de una buena mesa, los saboreas y los disfrutas, sin que eso sea motivo para que el resto de tu vida mantengas castigado a tu pobre estómago a dieta de pan y agua. Hay que buscar nuevos alicientes en tu actividad diaria para conseguir otras metas, mayores o menores, pero que de un modo u otro sigan manteniendo tu ilusión por superar nuevos desafíos, y ya que hablamos de alimentación, manteniendo siempre tu apetito por afrontar retos cada vez mayores y tu sed de triunfo inquebrantable, aunque al final lo más estimulante y a la vez complicado, siempre es vencerse a uno mismo, en caso contrario habrá que darle la razón a Ken Follet.
Fran Álvarez.
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